martes, 27 de septiembre de 2011

Una gota de Puccini

Nadie le esperaba. 

Un minuto antes de que saliera a la tarima, nadie se había percatado de su existencia.

De repente estaba en escena e hizo que el mundo, al menos durante unos pocos instantes, fuera suyo. Aquella voz sonó y resonó, como si fuera lo único que mereciera la pena escuchar.

Y todo esto se relaciona con el difícil equilibrio entre el escuchar y el comenzar a hablar; con las cosas que están ahí cada día y que somos incapaces de percibir.

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