jueves, 23 de septiembre de 2010

Reminiscencias sensuales

El patio de mi casa era particular.

Digo era porque cuando yo tenía en torno a veinte años, el Ayuntamiento lo declaró "patio de manzanas". La comunidad de vecinos se cabreó bastante al respecto, porque jamás hubo una sola peseta pública en aquel patio. Ni la ha habido hasta la fecha.

El caso es que como no hay acceso desde la calle, en la práctica es particular.

Cuando yo era pequeño solía bajar allí a jugar con los otros niños. Yo era bastante tímido, pero la verdad es que a la mínima me volvía bastante cafre. Los balones de reglamento estaban prohibidos, así que sólo podíamos jugar con pelotas de plástico. A pesar de esta medida preventiva, era corriente que se accidentaran macetas, farolas, señoras, etc.

Durante esos años de la infancia, me fijé en una vecina, cuyo nombre había permanecido en el olvido hasta este mismo verano. A mi me encantaba, dentro de mi todavía inocencia infantil. Era novia de un niño de mi clase.

Es que este verano he hecho muchas cosas. Aunque nada realmente interesante...

Vivía en un primero y su balcón daba directamente al sitio donde nos poníamos a jugar los niños de la comunidad cada tarde. Desde fuera se podía observar un salón bastante bien decorado. Tenía algunos toques zen, orientales o algo así.

Recuerdo un día en el que llovía un poco, pero yo me quedé solo jugando al baloncesto (o algo parecido, ya que no había cestas desde luego). Ella se asomó y estuvo allí mirándome toda la tarde. Yo corría, arriba y abajo, sudando y tirando un pequeño balón que tenía... Sabía que me estaba observando, pero me fue imposible intentar entablar conversación.


Quizás me traicione la memoria, pero quizás sí que hubo un pequeño contacto verbal:
-¿A qué estás jugando?
-Estoy entrenando... - y seguí corriendo. ¡Ja!

Desde ese día en adelante, siempre que pasaba por allí miraba si estaba asomada al balcón. Puerta trasera.

Este verano resultó ser la nueva camarera de uno de mis pubs irlandeses favoritos. No sé qué puñetas pasa en los pubs irlandeses, pero es así... Unos chicos, con un grado considerable de alcohol en sangre, no paraban de decirle cosas y ella toreaba aquello como podía. Bastante bien, he de señalar. A mis amigos se les salían las órbitas de los ojos y yo... simplemente me sentía incapaz de participar en el circo.

Todo esto no quiere decir nada realmente, pero el título del blog es "historias de mis puertas traseras", así que no tengo más remedio, por mera coherencia, que contar este tipo de cosas. Supongo que es el tipo de chica con la que a veces me enredo de una u otra manera. O con la que intentaría alguna cosa absurda...

A veces cuando vuelvo borracho de la playa, hecho un deshecho y casi inconsciente, me quedo mirando las luces rojas que se proyectan en las cortinas desde las profundidades de ese balcón y me pregunto qué habrá más allá.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cerebro sucio

Tengo muchas cosas en la cabeza últimamente y me cuesta pensar. Opciones que se me ocurren para limpiarme:

-leer un libro,
-volver a casa unos días,
-limpiar la cocina a fondo y
-hacer cosas "pseudocreativas" que no me reportan nada realmente.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Yo estoy aquí, tú no estás en ninguna parte

Decía Saint-Exúpery que al primer amor es al que más se quiere, pero al que se quiere peor. Muy aplicable en mi caso.

Yo no tenía mucho interés por las mujeres en aquella época. Prefería los videojuegos, la música, estar con mis amigos y todo eso. Placeres simples y básicos. Y quien dice que la belleza real está en las cosas más simples, es porque nunca se ha enamorado de una mujer de verdad.

De repente todas aquellas chicas tenían pechos. Y todo lo demás. Y eran inaccesibles. Y se iban con chicos mayores. No había ninguna posibilidad en aquella generación más allá de la masturbación.

Pero quizás sí en la anterior.

La verdad es que en cierta forma tuve suerte. La chica más increíble de todo el curso inferior se fijó en mi. Nos conocimos el verano anterior. O el otro, yo qué sé. Con el paso del tiempo todas las imágenes han pasado de estar ordenaditas en un álbum a estar mezcladas en una caja de galletas danesas de mantequilla que no sé dónde cojones he guardado.

Recuerdo que estábamos en la playa jugando en una especie de pirámide hecha con cuerdas elásticas, que me tiró y que nos quedamos allí mirándonos cara a cara en la arena sin hacer nada. Yo no sabía qué hacer con una mujer. No sabía hacer otra cosa que imaginármelas.

Ahora que me paro a pensar es raro cómo me las imaginaba. No hacía planes con claridad. De fondo había una motivación "acaparadora": querer tener una para mi. Nada sexual como cabría esperar. Algo casi como Gollum y su tesoro.

El caso es que esa chica pseudosueca, alta, rubísima y con ojos azules de repente, tras un par de descoloques, era mi novia. Era preciosa, pero estaba loca. Y yo no tenía mano izquierda, ni derecha, ni nada de nada.

Cuando me fui de la ciudad para estudiar fuera, sólo nos veíamos los fines de semana. Recuerdo que justo cuando ella salía de clase el viernes, íbamos a mi casa y follábamos hasta el domingo. Persianas bajadas todo el fin de semana. Hiciera frío o calor.

En nuestro primer verano, un día volvíamos de la playa y ella subió a mi casa. Recuerdo quitarle la parte de arriba del bikini y el sabor de la arena en su pezón. Es un recuerdo de un instante, pero muy intenso. 

En parte resume lo que yo sentía por aquella chica: un reflejo canalizado a lo sexual, desmesurado, informe, visceral y que podía justificar cualquier circunstancia más allá de la intimidad. Justificaba que no compartiéramos intereses, que no nos entendiéramos, que no nos divirtiéramos de la misma forma, que me alejara de mis amigos, que me puteara con llamadas de teléfono, que me culpara de muchas cosas... 

Todo comenzaba y terminaba en su boca, en su pecho, en su sexo.

Pasaron muchas cosas a medio camino entre el continuum de lo estresante y lo horrible: agobios de relación a distancia, embarazo no deseado, aborto en Navidad, ataques de ansiedad, intentos de suicidio, etc. Lo que viene siendo amor adolescente al máximo nivel.

Este verano después de muchos años la vi. Se escondía detrás de unas gafas de sol enormes. No fui capaz de pararme con ella. Ni de saludarle.

Prefiero seguir pesando que no estás en ninguna parte en donde pueda encontrarte.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El pescador

Un hombre de negocios compró una casa junto a la costa, en un pequeño pueblo pesquero. Consiguió ahorrar dinero para adquirir un pequeño barco que le permitiera salir a pescar los pocos días que su estresante trabajo le dejaba.

Le encantaba sentirse solo en medio del mar, con la helada brisa del atlántico y bajo la luna.

Un día que merodeaba por el puerto, observó que un joven pescador de aquel pueblo perdido, en apenas dos horas, conseguía tres veces el pescado que él podía llegar a reunir en toda una noche. Mientras el chico guardaba el pescado en varias cajas para llevárselas a casa, se acercó e intentó entablar conversación:

-Veo que se te da muy bien pescar. -le dijo sonriendo.
-Sí bueno, llevo desde pequeño que me enseñó mi padre. Con esto ya tengo para toda la semana.

El hombre de negocios se sorprendió al comprobar que el chico no se dedicaba a vender el pescado que capturaba en el mar.

-¿No has pensado en salir a pescar todos los días?
-¿Por qué iba a hacer eso? No necesito tanto pescado para comer.
-Bueno, podrías vender el que te sobrara y conseguir dinero para contratar a alguien que pescara contigo.
-Ah, pues eso podría ser interesante... ¿pero para qué iba a necesitar a alguien que pescara conmigo? -preguntó inocentemente el chico.
-Pues para pescar más y conseguir más pescado para vender.
-¿Y para qué iba a querrer conseguir más dinero? ¿Qué haría con ese dinero? -volvió a preguntar el joven.
-Pues podrías ahorrarlo y conseguir comprar un barco mucho más grande. Los pesqueros con motor pueden llevar redes de arrastre que permiten barrer todo el mar con muchísimas buenas piezas. También pueden congelar el pescado inmediatamente para poder comerciar con él en las ciudades del interior.

El chico no parecía comprender todos aquellos ambiciosos planes.

-¿Pero qué sentido tendría conseguir más y más dinero? -preguntó finalmente al forastero, que sentía que el chico no compartía su visión del mundo.
-Bueno... podrías guardarlo para que, el día de mañana, pudieras comprar una casa en la costa para poder ir a pescar cuando te apeteciera y no tener que trabajar cuando seas viejo.

El joven apiló las cajas de pescado, dio la vuelta y se marchó a su casa, junto a la playa.

El hombre de negocios se quedó mirando desde lejos, sintiéndose bastante ridículo.

jueves, 9 de septiembre de 2010

07/01/09

"¿Cuál es su casa? Ha caminado por la playa en la oscuridad. Creo que la única aspiración que tengo es tener una casa, casita, una cabaña, cerca del mar para poder hacer eso, dejar que se me vaya la cabeza (aunque a mí me volvería la cabeza al sitio) y pasear por la playa vacía. Las demás aspiraciones son demasiado irreales."

jueves, 2 de septiembre de 2010

El pasaje circular de los sueños

¿Cuando fue la última vez que intentaste soñar sin imponerte ningún límite?

˙odɯǝıʇ oʇuɐʇ ǝɔɐɥ ǝpsǝp ıɯ ɐɹɐd ɐpɐɹɹǝɔ ɐqɐɹʇuoɔuǝ ǝs ǝnb ɐpɐɹʇuǝ ǝp ɐʇɹǝnd ɐן ɐqɐʇsıʌɐ ǝs 'ǝɥɔou ǝp ǝnɟ uıɟ ןɐ opuɐnɔ

En sueños, agarraba fuertemente los juguetes que encontraba, para tenerlos junto a mi cuando despertara.

˙ɹǝuǝʇ ou sǝ ǝnb ǝʇuɐʇɹodɯı oן ɹǝqɐs opɐɔıןdɯoɔ ɐɹǝ 'pɐpǝ ɐɔod uɐʇ uoɔ oɹǝd