Es algo que echo mucho de menos en los últimos meses, que de una u otra forma, han sido bastante frenéticos.
Desde que era adolescente hasta el día de hoy, intento tener algún disco fetiche que escuchar una y otra vez mientras me voy por ahí a caminar. Lo ideal es salir en torno a las 20:00 para llegar a la hora de cenar. Duermo mucho mejor los días que lo hago.
El estilo de música no importa mucho. Lo importante es que lo sienta como mío y que de alguna forma me llegue. Los repaso de memoria, desde aquella primera colección de cintas de cassette. Los recuerdo casi de principio a fin. Los compases y los temas que se han ido perdiendo en mi memoria, de alguna forma son el aderezo especial que hace que sonría y disfrute cuando los rescato.
Han pasado por mis orejas de muchas maneras: walkman, discman, mp3s de 64mbs, móviles, etc. Ninguna tiene el encanto del vinilo en mi viejo cuarto de estudio, pero hay que apostar por el pragmatismo de vez en cuando.
Estoy terriblemente resacoso. Me duele la cabeza de verdad.
Justo eso he estado haciendo la última hora, poner en práctica el título del post (y respirar aire frío, que me ha dejado las manos congeladas, pero siempre viene bien)
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