Las llamadas a destiempo me dan mucho miedo.
Hoy me llamaron de camino al trabajo. Me bajé de la bici y con las orejas congeladas y la nariz roja intenté comprender el mensaje que me intentaban transmitir entre sollozos. Cuando conseguí entenderlo, algo dentro de mi se movió y comenzó a subir del estómago a la garganta.
Ayer estaba tan normal. Había ido de nuevo a clase con un ánimo increíble, sobre todo teniendo en cuenta de que había pasado casi dos meses en la unidad de cuidados intensivos. Llegó sonriente y se despidió de sus padres, como si no hubiera pasado nada.
Disfrutó de aquella hora como si fuera sólo un juego. Todo aquel tiempo que había pasado enchufada a máquinas y a cables que parecían hacer su cuerpo todavía más pequeño, parecía un mal sueño.
Luego fue a casa y cenó muy bien. Se había portado de manera formidable.
No me han sabido contar qué pasó realmente en la ducha de antes de ir a dormir. No sé si lo quiero saber. No sé qué haría con mi hija inconsciente, a medio enjabonar.
Creo que me podría el pánico. No quiero pensar en ello y mucho menos escribir sobre ello.
Se llamaba Lucía. Pronto iba a cumplir cuatro añitos.
Nunca la olvidaré.
...
ResponderEliminar