martes, 30 de noviembre de 2010

Una llamada a destiempo

Las llamadas a destiempo me dan mucho miedo.

Hoy me llamaron de camino al trabajo. Me bajé de la bici y con las orejas congeladas y la nariz roja intenté comprender el mensaje que me intentaban transmitir entre sollozos. Cuando conseguí entenderlo, algo dentro de mi se movió y comenzó a subir del estómago a la garganta.

Ayer estaba tan normal. Había ido de nuevo a clase con un ánimo increíble, sobre todo teniendo en cuenta de que había pasado casi dos meses en la unidad de cuidados intensivos. Llegó sonriente y se despidió de sus padres, como si no hubiera pasado nada.

Disfrutó de aquella hora como si fuera sólo un juego. Todo aquel tiempo que había pasado enchufada a máquinas y a cables que parecían hacer su cuerpo todavía más pequeño, parecía un mal sueño.

Luego fue a casa y cenó muy bien. Se había portado de manera formidable.

No me han sabido contar qué pasó realmente en la ducha de antes de ir a dormir. No sé si lo quiero saber. No sé qué haría con mi hija inconsciente, a medio enjabonar.

Creo que me podría el pánico. No quiero pensar en ello y mucho menos escribir sobre ello.

Se llamaba Lucía. Pronto iba a cumplir cuatro añitos.

Nunca la olvidaré.

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