martes, 31 de agosto de 2010

Yo somos

Hoy cruzaba la calle y me volvió esta idea.

Desde pequeños nos enseñan a vivir ajenos a nosotros mismos. Parece que somos diferentes a nuestro cuerpo. Sólo hay que fijarse en expresiones como: "estar a gusto con uno mismo", "reencontrarse con uno mismo" o "mens sana in corpore sano".

Cuerpo por un lado. Mente / espíritu / conciencia por otro.


Esto tiene tres consecuencias. Que se me ocurran a estas horas, claro.

1. La primera es este post de blog prototípico

Perdón, pero pasa a menudo.

2. La segunda: la escisión del yo

Donde debería haber sólo equilibrio, o unidad, se abre un terreno pantanoso en el que hay que tener a las dos partes contentas. Lo fácil es decir "hay que aceptarse a uno tal como es" o "estar contento con lo que se es", pero eso no hace otra cosa que recalcar el hecho de la existencia de un más allá y un más acá. Una parte de mi yo debe aceptar (¿aguantar? ¿cargar?) otra parte diferenciada de... ¿mí mismo?

¿Cuál es la parte buena? ¿Cual es la bonaparte?

3. La tercera: ¿por qué quedarnos ahí?

¿El límite es dos? ¿Qué nos impide escindirnos más y más?

En el plano físico: hay mucha gente que considera al pene como una tercera persona en una relación.

En el plano mental: ¿qué nos impide crear de facto dos, tres, cuatro o n identidades?

Y lo interesante: ¿cual es la repercusión en la vida real de estas n identidades?

Digamos que un día decido escindirme. Mitosis voluntaria. 
Digamos que busco una hora al día para ser otra persona. Otra persona más. Ad hoc.
Digamos que de 23:00 a 23:30 cuando esté solo, seré Plano Secuencia. Es decir, cuando Plano Secuencia sea, será porque se haya quedado sola otra persona. Otra persona que no es Plano Secuencia. De hecho, otra persona que no es cuando Plano Secuencia es.


Situemos una conversación a las 09:00 de, por ejemplo, mañana:
-¿Eres Plano Secuencia? -me preguntarían.
-Sí. -me vería obligado a decir.

Y me vería obligado a decirlo por un hecho muy sencillo: porque es Plano Secuencia y no otra persona, la que escribe esto.

Situemos esa misma conversación a las 09:00 de, por ejemplo, mañana:
-¿Eres Plano Secuencia? Odio tu blog -diría una persona con menor o mayor criterio.
-No, te equivocas. -diría otra persona. Aunque puede que Plano Secuencia se removiera en algún lugar no muy lejano de esa otra persona.

Así que no es sólo importante hacer la pregunta adecuada, sino también a quién hacérsela.

Aunque esta entrada haya quedado un poco abstracta, todo lo aquí leído es cierto. Y todas las personas que tienen un blog, en mayor o menor medida, hacen lo mismo. 

¿Qué no es un blog sino un lugar para ser?

Una persona. Diferente.

lunes, 30 de agosto de 2010

Una noche ¿para olvidar?

En el paseo junto al río, lo único que me pudo decir fue:

-Yo no creo mucho en las palabras. Creo más en las presencias.

Fue el clímax de un par de días horribles. 

Cuando desperté creía que todo aquello no había ocurrido. O no quería creerlo.

Recuerdo: la resaca, la sal de frutas, estar en el salón esperando sin saber qué hacer, la falta de apetito, las ganas de llorar, la papelera llena, la incertidumbre.

Al día siguiente nos vimos abajo de casa. Ella vino con la bici y prometimos no volver a hablar de aquello nunca más.

Lo cierto es que después de aquello he hablado bastante sobre aquella noche. Con este, con aquel. Ahora que me siento a escribir me doy cuenta de que me he olvidado de muchas cosas. Sólo recuerdo beber varios sol y sombra en aquel antro. De ahí me teletransporto automáticamente a mi cama.

Me prometí que nunca más lo haría. Antes saldría corriendo en pelotas por la calle hasta mi casa.

Aprendí: no hay nada peor que realizar actos que no consideras propios de ti. 

Supongo que ya es hora de planificar un camino hacia la humildad. ¿Sugerencias?

domingo, 29 de agosto de 2010

miércoles, 25 de agosto de 2010

Un ardid frustrado

Esa misma noche se había peleado con su novio.

Su novio era (es) mi amigo.

Justo esa noche, aceptó mi invitación pendiente. Vino a mi casa a ver una película.

En mi cuarto.

En mi cama.

Conseguimos ver la primera entera sin ningún problema. Nos reímos e hicimos bromas. Habíamos mantenido muchas conversaciones hasta el momento por internet, pero rara vez nos habíamos encontrado en persona. Era la novia de mi amigo. 

Estaba en mi cama.
Estaba en mi cama y empezó a llover muchísimo.
Estaba en mi cama y empezó a llover muchísimo. Recostados.
Estaba en mi cama y empezó a llover muchísimo. Recostados y calentitos.

(Creo que yo mucho más calentito que ella.)

Era la novia de mi amigo. 


La peli era un muermo. El sonido de la lluvia era agradable. Vivo en la última planta y casi puedo escuchar cómo cae el agua sobre mi cuarto. Se quedó dormida, como es natural. A lo tonto estábamos los dos allí tapados durmiendo. Supuestamente claro, porque yo al menos no pegué ojo.

Lo peor de todo es que la almohada absorbió su olor. Y ahí se quedó permanente. Durante los siguientes tres o cuatro días, cuando me acostaba era imposible no pensar en qué hubiera pasado si... Era la novia de mi amigo. 

Cuando nos despertamos, charlamos un rato. Le desperté bromeando. Había dos globos blancos en la habitación. Jugamos con ellos. Y eso es todo. No lo intenté. ¿Me arrepiento? No sé qué pensar...

Se fue de casa y no nos vimos en una temporada. Era la novia de mi amigo.

Todavía conservo a ese amigo.

martes, 24 de agosto de 2010

(Entre tú y yo)

Me encanta ir a aquel pub irlandés. Me gusta la cerveza que ponen. 

A. Pero sobre todo me encanta Rocío (una de las camareras).

Sí, es cierto. Lo sé. Cuando habla pierde gran parte de su encanto, pero es una de esas mujeres que, con tan sólo olerlas, te quieres comer. O al menos a mi me pasa.

Es esa mirada tangencial, cuando se apoya en la barra y habla con algún amigo mientras espera a que alguien le pida algo.

Los ojos claros.

Y todo lo demás, claro.

Todo lo demás incluye grandes dosis de silencio y secretismo. Me tiende un cebo inconsciente. Me tiene atado por una de mis puertas traseras. Espero que ella lo sepa, aunque lo tengo difícil. Es jodidamente difícil.

Sé que le gusta el teatro y ha hecho sus pinitos. ¿Es capaz de controlar su dicción?

Un día había una fiesta en el local. Mientras yo llegaba, en un estado lamentable de alcoholización, ella salía enfadada. Se sentó en un escalón de la calle contigua a la entrada, pero no me acerqué. Apoyó los codos sobre las rodillas. No llevaba el uniforme de trabajo. Estaba preciosa.

Podría haber intentado acercarme e intentar ser una especie de Indiana Jones que la rescatara de una noche de mierda. Un Indiana Jones que superara su récord de polvos en una noche. Pero no pude. Sólo podía seguir bebiendo más y más.

Absenta.

Varias horas después de que me echaran del pub aquella noche, me desperté en la playa, sin saber muy bien por qué estaba allí. Creo que había intentado bañarme. Sin éxito. Mis amigos igual.

Noche infructuosa.

Todavía cuando vuelvo al pub y me la encuentro me pregunto qué hubiera pasado si hubiera intentado acercarme esa noche. Me hubiera mandado a la mierda seguro. O quizás hubiera hecho alguna broma y se hubiera reído. Con un poco de suerte tendría ahora el recuerdo de su olor.

B. Pero sobre todo me encanta M.

M es psicóloga, pero se dedica a algo más o menos artístico. Es preciosa. Canta en un grupo de rock. No es una gran cantante, pero me encanta verla dándolo todo con el micro.

Es un poco mayor que yo, pero eso no es un impedimento. Todo lo contrario.

Es rematadamente sexual, aunque no estoy seguro de que ella lo sepa. No estoy seguro cómo sería acostarme con ella. No es la clase de chica que se anima para una sola noche. 

Es una chica familiar. Su hermana también es muy linda y también canta. Es copiloto de rallies.


C. Aquel verano no tuve suerte (ni tampoco la busqué realmente) con Rocío o con M. Pero allí estaba C.

Llevaba algún tiempo solo y me marqué el día 15 de agosto como la fecha "no va más" para tirarme a la piscina.

No la conocía. Sólo recordaba haber suspendido un examen en la facultad por su culpa. Estaba delante mía, en una de esas aulas escalonadas. Me pasé las dos horas mirando su ropa interior. Esa chica estaba (y está) tremenda.

Le mandé un simple "Hola, estoy en tu ciudad... ¿Quedamos y nos tomamos unas cervezas? Me aburro últimamente.", al que accedió. Sorprendentemente para mi, ya que es el tipo de mensaje que me arrepiento de haber enviado 0,00002 segundos después de haber hecho el último click.

Quedamos en un pub irlandés (no el mismo que he mencionado antes) y la verdad es que la chica fue encantadora. Ni siquiera sé de qué hablamos... Supongo que de los profesores, de lo difícil que está encontrar trabajo, de la gente que conocíamos en común, etc.

No sé muy bien cómo, pero varias copas después acabamos paseando por la playa.

Justo en el lugar en el que se acababa el alumbrado, me tiró al suelo y se echó encima mía. En ese momento era joven, estaba borracho y era feliz. Estaba receptiva. Tenía encima a una joven preciosa desnuda, entregadísima. La convencí para que nos metiéramos en el agua.

Allí estábamos, sin ropa en el agua helada. Dos desconocidos en la oscuridad absoluta. Si alguien venía y se llevaba las cosas que habíamos dejado en la arena me daba igual. Era la excusa perfecta para seguir disfrutando.

En cierta forma, disfrutando como el animal que hay dentro de mi. Y que desde luego había dentro de ella.

lunes, 23 de agosto de 2010

Una confesión a destiempo

Hay ciertas cosas que repito porque sí. Me salen instintivamente. 

Una de ellas me preocupa especialmente y es el eje central de este post: el uso y abuso de las puertas traseras.

"Puerta trasera" podría ser un término de ingeniería social. Para mi las puertas traseras son algo así como cebos inconscientes.

Clarificación.

Un cebo es consciente cuando pones un gusano apetitoso delante de un pez. El pescado (todavía pez) ve el gusano y va a por él, porque sabe que es comida y le llena la tripita.

Un cebo es insconciente cuando el pez ve (por ejemplo) una lucecita que no sabe qué es. La persigue encandilado por su atractivo natural, pero no sabe si le va a llenar la tripita o si es la antena de un despiadado depredador de las profundidades. ¿Cuestión de mera curiosidad? Yo creo que no, pero hablaré de eso más adelante.

En cualquiera de los dos casos el pobre pez acaba devorado. El planteamiento intermedio es mero trámite (nada más allá de una descripción).


Lo interesante de esto, si es que hay algo.

Hay puertas traseras que podemos explorar. De/en otras personas quiero decir.

Pueden tener una morfología muy diversa: historias inacabadas, debilidades, gustos por lo excéntrico, narrativa artificial interiorizada, conversaciones con doble intención, cruces en un ascensor, etc. Es algo en parte divertido, pero que merece toda la delicadeza y respeto que uno pueda reunir. O visceralidad. Requiere algo de olfato eso sí.

En cuanto al uso y el abuso. Oigan, es que yo no puedo dejar pasar una. Bueno miento, dejo pasar muchas, pero hay algunas que me despiertan una curiosidad irrefrenable (o casi).

En nuestro caso, el de los humanos, puede que no sigamos lucecitas que se nos aparecen mágicamente sin ton ni son. Hasta ahí de acuerdo. El caso es que siempre nos queda la duda de qué cojones era aquello, aunque no lo queramos admitir. Cebos latentes. ¿Las luces que se ven si aprietas los ojos los suficiente?

El problema es la trampa.

Lanzar un cebo inconsciente supone hacer consciente un cebo propio. En cierta forma es una relación bidireccional. En cierta forma es bajarte los pantalones. En cierta forma es como entrar en el vestuario de las chicas y esperar ser tratado con amabilidad.

Es demasiado tarde, estoy demasiado cansado.