lunes, 30 de agosto de 2010

Una noche ¿para olvidar?

En el paseo junto al río, lo único que me pudo decir fue:

-Yo no creo mucho en las palabras. Creo más en las presencias.

Fue el clímax de un par de días horribles. 

Cuando desperté creía que todo aquello no había ocurrido. O no quería creerlo.

Recuerdo: la resaca, la sal de frutas, estar en el salón esperando sin saber qué hacer, la falta de apetito, las ganas de llorar, la papelera llena, la incertidumbre.

Al día siguiente nos vimos abajo de casa. Ella vino con la bici y prometimos no volver a hablar de aquello nunca más.

Lo cierto es que después de aquello he hablado bastante sobre aquella noche. Con este, con aquel. Ahora que me siento a escribir me doy cuenta de que me he olvidado de muchas cosas. Sólo recuerdo beber varios sol y sombra en aquel antro. De ahí me teletransporto automáticamente a mi cama.

Me prometí que nunca más lo haría. Antes saldría corriendo en pelotas por la calle hasta mi casa.

Aprendí: no hay nada peor que realizar actos que no consideras propios de ti. 

Supongo que ya es hora de planificar un camino hacia la humildad. ¿Sugerencias?

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